Diseñados para fallar
Nunca te das cuenta del miedo que tienes al fracaso hasta que intentas algo. Hace tres semanas escribí la primera versión de esta entrada y he procrastinado su publicación (como casi todo) hasta ahora.
Una vez terminado el texto lo he leído y releído y no me siento cómoda para avanzar en crear el material para postearlo en redes o en el blog. Lo que pasa es que a veces esperamos que algo sea perfecto para hacerlo. Esperamos la situación, el momento, las cosas materiales, que creemos que son necesarias para realizar nuestro proyecto, y en esa espera constante de la perfección, no hacemos nada.
Vivimos en un constante “cuando tenga, lo haré”: cuando tenga dinero saldré, cuando me compre una cámara profesional grabaré, cuando tenga un trípode me sacaré fotos, cuando tenga una agenda me organizaré, cuando tenga el mejor computador aprenderé a editar, cuando tenga una batidora cocinaré, cuando esto me salga perfecto lo publicaré, etc. Aplica para todas las situaciones.
A veces ni siquiera tiene sentido, es como el meme de “ay por favor, Julián, somos 3, ni al caso”. Literal este blog lo leerán con suerte unas cuantas personas de confianza y aun así me he pasado más de dos semanas sobrepensando en la idea de subirlo.
Por eso, he decidido que en vez de subir la idea del blog original, que era una actualización de mi vida por el tiempo que estuve ausente en este medio, creo que la mejor primera entrada para retomar nuestras cartas es esto.
El arte de dejar fluir
Hablemos de jazz. No me refiero al género de música. Bueno, sí, pero no. Vi hace poco un video de Youtube de un creador que hablaba sobre no esperar crear cosas perfectamente planificadas sino encontrar la belleza en el proceso, en las cosas inesperadas o cotidianas, en aceptar el cambio o los “errores” y seguir avanzando.
“Errores” que al final no son errores, solo son cosas que pasan, porque en la vida pasan cosas, aunque suene tonto. Me refiero a que no tenemos todo controlado y no siempre debemos esperar tenerlo. Es quitarse esa presión, dejar las cosas ser y fluir con ello, crear arte a partir de eso, como el jazz.
No todo lo es, pero todo lo puede ser. Por ejemplo, estás sacando fotos a una amiga, ella posa y tú buscas el mejor encuadre de la cámara que se te pueda ocurrir, pero de repente le da un ataque de risa de esos con los que apenas puedes mantenerte de pie de tanto reír. No es la situación ideal para sacar la foto perfecta: no puedes mantener la cámara estable y tu amiga no puede hacer su mejor pose, pero en vez de esperar la situación perfecta, sigues tomando fotos.
Es seguro que muchas saldrán mal: la imagen movida, tu amiga con un ojo medio cerrado, encorvada, con la boca abierta de par en par, pareciendo cualquier cosa menos una persona. Pero una de ellas tendrá un conjunto perfecto de imperfecciones que harán que sea la mejor fotografía. Una imagen con vida, con arte, un recuerdo.
Eso es jazz. No me refiero a aceptar la mediocridad, pero tampoco a perdernos buscando la perfección. Me refiero a que a veces es mejor avanzar aunque no sea perfecto, pero avanzar. Aprender a ver y a aprovechar la belleza que puede existir en las “imperfecciones” o en los cambios del camino. En lo inesperado, en lo que se sale del guión o en lo no planeado. Solo fluir sin presionarnos tanto y buscar en eso algo que nos sirva, que nos guste, que transmita algo o que simplemente nos sirva para crear el hábito.
Deja que simplemente sea
Algo exactamente como esta entrada. Ha nacido a partir de un error, del inconformismo, de la presión, de la ansiedad. Y ha surgido sin presiones, sin planes, guiones, ni expectativas. Date una oportunidad de hacer algo que quieres y simplemente hacerlo.
Podemos encontrar belleza en lo “imperfecto”, es parte de nuestra naturaleza, nadie es perfecto, ni simétrico, ni inmortal, ni perfectamente moral. Expertos en todo y en nada. No somos máquinas, no somos inteligencias artificiales. Todos los días aprendemos a caídas y todos los días son diferentes.
Porque todas las obras están creadas y construidas sobre los propios “errores” del artista, y cada uno de ellos descartado en el estudio o en los libros de bocetos refleja la belleza del proceso, y puede ser una obra en sí misma si la ves con perspectiva.
Deja de esperar el momento, la situación o la obra perfecta.
No estamos diseñados para eso.
Con cariño, Romy.